Científicos japoneses trabajan en un supercomputador que pretende ser incluso superior al Tianhe-2. Utilizando como modelo nuestro cerebro, pretenden mejorar su velocidad de procesamiento, inspirándose en nuestros propios circuitos neuronales.
¿Es posible la existencia de un supercomputador que no utilice circuitos ni puertas lógicas?
Esta fue la pregunta que se plantearon desde el Advanced Nano Characterization Center de Japón hace unos meses.
Pero en lugar de explorar las posibilidades que les brindaría la electrónica, decidieron ir un paso más allá: buscar en el cerebro las respuestas a los desafíos tecnológicos del futuro.
El problema principal de las máquinas como el supercomputador Tianhe-2 no reside en su capacidad.
Sus límites se basan, fundamentalmente, en que siempre operan siguiendo un proceso secuencial.
Nuestro cerebro, por el contrario, es más lento que los supercomputadores más avanzados, pero trabaja de forma masiva y paralela: es capaz de activar eléctricamente 1000 neuronas por segundo.
Otra de las grandes diferencias estriba en cómo resuelve problemas complejos.
No se trata de afrontar desafíos de una manera secuencial y rápida, sino más bien de “encender” circuitos neuronales al mismo tiempo, con el objetivo de implementar la “capacidad de cálculo” que presentan nuestras células nerviosas en su conjunto.
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La arquitectura computacional orgánica ha recibido el nombre de brain jelly.
El proyecto comenzó con el uso de moléculas biológicas (como proteínas), que consiguieran autoensamblarse tras recibir unas determinadas señales eléctricas.
La idea de este supercomputador se fundamenta en que, al igual que ocurre, con el cerebro, el “computador biológico” no debería seguir procesos secuenciales, sino que más bien tendría que imitar los circuitos neuronales que operan en nuestra mente.
Por otro lado, los científicos tampoco han optado por implementar un software específico para este supercomputador.
De nuevo, se han fijado en cómo realiza el cerebro el procesamiento neuronal: los sensores que utilizan capturan la información, y esta no sigue un determinado camino a través de los circuitos nerviosos, sino que los datos muestran también un patrón de “autoensamblado” para originar una respuesta.
Las respuestas de este computador biológico, por tanto, son mucho más “espontáneas”.
De esta manera, el supercomputador puede mejorar su capacidad de réplica.
Fuente: ALT1040
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