Utilizando una nueva técnica de terapia génica, investigadores de la Universidad de California en San Diego redujeron el dolor neuropático resultante de lesiones en la médula espinal u otros nervios en ratones, y sin efectos secundarios detectables.
La investigación es muy intrigante porque podría conducir a nuevas opciones de tratamiento para un número incalculable de pacientes que experimentan dolor crónico, entumecimiento o debilidad muscular como resultado de lesiones en la médula espinal.
El tratamiento del daño o la disfunción de los nervios, también conocida como neuropatía, con medicamentos a menudo puede provocar efectos secundarios.
Estos medicamentos también deben administrarse de forma continua, y los opioides, que son analgésicos particularmente efectivos, a menudo pueden provocar problemas de adicción.
Pero gracias a los avances científicos en el campo del dolor, los investigadores han logrado afinar el origen del dolor neuropático derivado de las lesiones de la médula espinal, abriendo las puertas a una nueva generación de tratamientos post-opioides.
“Uno de los requisitos previos de una terapia antinociceptiva (bloqueadora del dolor) clínicamente aceptable es tener efectos secundarios mínimos o nulos, como debilidad muscular, sedación general o desarrollo de tolerancia al tratamiento”, dijo Martin Marsala, autor principal de un nuevo artículo sobre la investigación.
“También es muy deseable una invención de tratamiento único que proporcione un efecto terapéutico duradero“, añadió Marsala.
“Estos hallazgos sugieren un camino a seguir en ambos“.
Para la investigación, el equipo inyectó un virus modificador de genes en ratones que experimentaban dolor neuropático como resultado del daño al nervio ciático, un nervio grande en la base de la columna que a menudo se asocia con dolor de espalda en humanos.
El virus contenía dos genes naturales, llamados GAD65 y VGAT, que pueden producir ácido gamma-aminobutírico (GABA).
Aparentemente, este químico fue capaz de inhibir las neuronas que señalan el dolor en los ratones.
Los resultados fueron prometedores: los ratones experimentaron una reducción significativa del dolor asociado con el daño a los nervios durante al menos 2,5 meses.
Tampoco experimentaron ningún efecto secundario como una “disminución detectable en el rendimiento motor” o “pérdida de la sensación táctil o térmica normal hasta por 13 meses“, según el artículo.
Aún más prometedor, el mismo tratamiento no produjo “efectos secundarios detectables” entre dos y 13 meses después del tratamiento en “cerdos y primates no humanos“, según el artículo, lo que indica que puede haber una posibilidad decente de que el mismo tratamiento funcione para los humanos también.
En total, suena como un trabajo muy intrigante para aquellos que viven con dolor crónico.
Aún así, los investigadores tienen mucho trabajo científico y regulatorio por delante antes de que la técnica pueda convertirse en un tratamiento factible para los humanos.
Fuente: SciTechDaily