Una investigación propone una nueva explicación para la visión borrosa en misiones largas de los astronautas: la falta de gravedad altera el mecanismo «hidráulico» que protege el ojo y el cerebro.
Los astronautas que han participado en misiones espaciales describen sus viajes como experiencias fantásticas.
Entre lo destacable de su experiencia en órbita, casi siempre hacen referencia a la inigualable vista de la Tierra desde el espacio.
Y curiosamente la vista de los astronautas que participan en misiones prolongadas se deteriora con los vuelos.
Durante la última década, médicos y científicos de la NASA han notado un patrón de deterioro visual en más de la mitad de los astronautas que participan en vuelos espaciales de larga duración.
La alteración consiste en visión borrosa y otros cambios estructurales, como el aplanamiento de la parte posterior del globo ocular y la inflamación de la cabeza del nervio óptico (la porción que está en contacto con la retina).
Este síndrome, conocido como deficiencia visual de la presión intracraneal (VIIP), lo padecen casi dos tercios de los astronautas después de las misiones de larga duración a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS).
El trastorno desconcertaba a los científicos, que lo atribuían a la disminución del flujo sanguíneo hacia la parte superior del cuerpo que tiene lugar cuando los astronautas pasan mucho tiempo en las condiciones de microgravedad del espacio.
Sin embargo, había una creciente preocupación al respecto, porque algunos cambios estructurales que experimentan los astronautas en los ojos no desaparecen totalmente al regresar a la tierra, como sería de esperar.
Recientemente el equipo dirigido por Noam Alperin, profesor de radiología e ingeniería biomédica de la Universidad de Miami, ha propuesto otro origen posible para explicar el problema.
Según sus investigaciones, la causa podría estar en el líquido cefalorraquídeo (LCR), el fluido transparente que rodea el cerebro y la médula espinal, encargado de dar protección mecánica, transportar nutrientes y eliminar desechos.
Este sistema está diseñado para adaptarse a los cambios de presión que tienen lugar por efecto de la gravedad cuando una persona pasa de estar acostada a sentarse o ponerse de pie.
El LCR se forma en un 70% en los ventrículos cerebrales, unas cavidades localizadas en el interior del cerebro, y desde ahí fluye hacia la médula espinal.
Sin embargo, en microgravedad, ese flujo se interrumpe y el LCR se acumula en el cerebro, provocando un aumento de presión intracraneal.
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El exceso de presión se transmite por el nervio óptico hasta el ojo, deformándolo.
“En el espacio, con baja gravedad, el sistema falla porque no hay variaciones de presión relacionados con el cambio de postura”, como ocurre en la tierra, explica Alperin.
Para aprender más sobre el papel del LCR en el deterioro de la visión en los vuelos espaciales los investigadores sometieron a resonancia magnética a los astronautas antes y poco después de los vuelos espaciales de larga duración de siete misiones astronautas de la Estación Espacial Internacional.
Después compararon los resultados con los de otros nueve astronautas del transbordador espacial participantes en misiones de corta duración.
Mediante algoritmos, se buscó una correlación entre los cambios del volumen del LCR y de las estructuras del sistema visual.
Los resultados mostraron que, en comparación con los astronautas de las misiones cortas, los que participaron en vuelos prolongados habían aumentado significativamente aplanamiento después del vuelo de los globos oculares y de la protrusión del nervio óptico.
También habían experimentado un aumento del volumen del LCR alrededor del nervio óptico y en los ventrículos cerebrales.
Y los cambios post-vuelo más importantes observados en la visión de los miembros de la tripulación de la ISS se asociaron con mayores aumentos en el volumen de LCR intraorbitario e intracraneal.
A medida que el globo ocular es más aplanado, los astronautas se vuelven hipermétropes, es decir, que tienen mayor dificultad para ver de cerca.
“La investigación proporciona, por primera vez, una evidencia cuantitativa que apuntan hacia el papel primordial y directo del líquido cefalorraquídeo en las deformaciones observadas en globo ocular de los astronautas con síndrome de deficiencia visual,” destaca Alperin.
Un paso importante, apunta para adoptar medidas que protejan a la tripulación de los efectos nocivos de la exposición de larga duración a la microgravedad.
“Si las deformaciones estructurales oculares no se identifican rápidamente, los astronautas podrían sufrir un daño irreversible”, advierte.
Fuente: ABC