Tsubame Archax es capaz de pasar de “modo robot” a “modo vehículo” en 15 segundos y avanzar a 10 km/h.
Hace unos años Ryo Yoshida decidió meter en un saco algunos de los campos en los que, considera él, destaca su país, Japón.
La mezcla que le salió es algo ecléctica y combina los juegos, la robótica, la animación y los automóviles, y le ha llevado a dar forma a una creación fascinante: Tsubame Archax, un peculiar robot diseñado para el mercado de ultralujo.
¿Cómo es? Pues probablemente lo más parecido que haya a este lado de las pantallas de los personajes de ‘Transformers’, la mítica serie de ciencia ficción ‘Gundam’ o los exoesqueletos mecánicos AMP de Avatar.
Ese es el propósito que se ha marcado la compañía Tsubame Industry, con sede en Nishikasai, Japón, y capitaneada por Yoshida.
Su objetivo es ni más ni menos que “llevar el mundo de la ‘ciencia ficción’ a la ‘realidad científica’” de una forma ambiciosa: creando “robots manejables” y que se puedan pilotar, no muy distintos a los que pueden verse en algunas grandes superproducciones de Hollywood.
“La razón inicial para crearlo fue que quería hacer un vehículo nuevo”, comentaba hace poco Yoshida .
“Además, Japón es muy fuerte en las industrias de la animación, los juegos y la robótica, así como ellos automoción, así que pensé que sería general si pudiera crear un producto que comprimiera todos estos elementos en uno que dijera: ‘Esto es Japón‘”.
Las comparaciones entre ciencia ficción y realidad suelen ser arriesgadas, pero al ver el diseño lanzado por Tsubame es difícil no recordar los humanoides mecánicos de sagas como Gundam, las usadas por los villanos de Avatar o sobre todo Transformer.
Al igual que la ficción de Optimus Prime, Archax es un enorme dispositivo capaz de operar en “modo vehículo” o “modo robot“, situación esta última en la que es capaz de mover los brazos.
Su ficha técnica es cuanto menos sorprendente: pesa 3,5 toneladas, mide 3,1 metros de ancho y al “erguirse“, un proceso que le lleva 15 segundos, alcanza una altura de 4,5 m.
El exterior está fabricado con FRP (fibra plástica reforzada), su color puede variar y para desplazarse usa neumáticos industriales similares a los que se montan en las carretilla elevadoras e impulsados por motores eléctricos.
Dependiendo de si Archax está en un modo u otro y la posición de sus diferentes articulaciones, la longitud varía de 4,4 a 5,9 m.
El piloto puede acomodarse en una cabina cerrada desde la que puede observar el exterior con ayuda de 26 cámaras de gran angular.
Para controlarlo se usa un par de joysticks, un panel táctil, pedales y botones. El dispositivo, por supuesto, también puede dirigirse de manera remota.
Archax no es precisamente rápido: la velocidad máxima que alcanza cuando opera en modo vehículo es de 10 km/h y para pasar de un modo a otro necesita una transición de 15 segundos.
Es capaz de levantar unos 20 kilos, lejos también de la fuerza de los AMP de avatar o Megatron.
Llegados a este punto la gran pregunta es… ¿Para qué semejante derrocho de esfuerzo? ¿Cuál es el propósito de Archax? ¿Qué planes comerciales tienen sus creadores?
La compañía explica que aspira a “crear un mercado completamente nuevo” para los robots manejables y que tiene la vista puesta en un mercado muy concreto… y jugoso: el del ultralujo, el mismo al que apuntan los fabricantes de superdeportivos, jets privados o mega yates.
“Se espera que los principales clientes sean personas adineradas“.
Y es lógico que así sea: cada robot Tsubame Archax cuesta tres millones de dólares.
La compañía empezó a aceptar pedidos hace unos meses, en septiembre, con un lote inicial muy limitado, de solo cinco unidades, trabaja por encargo y advierte que los clientes quizás deban esperar por sus pedidos alrededor de un año y medio.
La compañía japonesa mira más allá sin embargo y espera que en el futuro su tecnología sirve para algo más que hacer las delicias de los magnates aficionados a la ciencia ficción.
En concreto, se centra en las posibles aplicaciones que tendría en los desastres, la posibilidad de explorar nuevas opciones de ocio con robots o incluso en la industria espacial.
“En la Tierra hay muchas máquinas especializadas para trabajos.
En una base lunar no podemos tener tantas máquinas.
Tal vez se use una máquina similar a la humana en tal situación“, señala Akinori Ishii, directivo de Tsubame.
Fuente: Tsubame