Investigadores encuentran que los bilingües logran predecir el idioma de sus interlocutores para activar el idioma a emplear.
En el marco de la investigación sobre el complejo proceso de compresión y producción del lenguaje, una de las grandes incógnitas que persisten es saber cómo los bilingües consiguen adaptarse a su interlocutor y no entremezclar los idiomas que hablan.
Hasta ahora, se pensaba que los indicadores verbales –las palabras y el sonido general del lenguaje que escuchan– eran los únicos que les ayudaban a ‘activar’ el idioma que debían emplear en cada situación.
Sin embargo, “por primera vez hemos demostrado que la activación del lenguaje en los bilingües también puede depender de indicadores no lingüísticos y más relacionados con el contexto, como el conocimiento previo sobre el interlocutor”, asegura a Sinc Monika Molnar, investigadora del Centro Vasco sobre el Conocimiento, el Cerebro y el Lenguaje (BCBL, por sus siglas en inglés), en España.
En la investigación que Molnar y los españoles Antonio Ibañez y Manuel Carreiras han publicado en la revista Journal of Memory and Language participaron más de 60 personas que hablaban vasco y español, y fueron divididas en dos grupos.
El primero estaba formado por los bilingües tempranos y competentes, aquellos que aprendieron ambas lenguas antes de los tres años y las utilizan diariamente.
El segundo lo integraban los bilingües tardíos y de nivel más bajo, que aprendieron el vasco una vez superada esta edad y que no lo emplean en su vida cotidiana.
Todos ellos fueron sometidos a un mismo experimento, dividido en dos fases. En la primera, se emitían videos breves de dos minutos en los que se presentaba a seis personas que hablaban sobre su familia, sus hobbies o su trabajo.
Gracias a esta información, los participantes podían asociar a cada uno con un determinado modo lingüístico: dos eran clasificados como monolingües en español, otros dos como monolingües vascos y el par restante como bilingües.
En la segunda parte, se mostraba la imagen de una de estas personas pronunciando una palabra (real o inventada) y los participantes tenían que pulsar un botón para indicar si existía en alguno de los idiomas mientras los científicos medían su velocidad de reacción.
Cada interlocutor aparecía en varias ocasiones no consecutivas.
Los investigadores introdujeron a veces alguna modificación inesperada como que los interlocutores hablaran con una voz diferente a la suya habitual o que aquellos que habían empleado solo el español o el vasco dijeran algún término en el otro idioma.
Al comparar el tiempo que los participantes tardaban en responder, los científicos pudieron determinar el efecto que estos cambios producían en el cerebro de los bilingües.
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Sin embargo, sí eran más lentos cuando se modificaba la voz o la lengua empleada por estos.
Un retraso similar se producía cuando los interlocutores habían sido clasificados como bilingües y, por tanto, no se podía anticipar el idioma que iban a utilizar.
No obstante, los resultados presentaban ciertas diferencias en cada uno de los dos grupos originales.
Los bilingües tempranos y competentes eran los que solían ofrecer unas respuestas más rápidas, pero también sufrían un retraso mayor cuando se producía alguna alteración.
“Fue algo sorprendente descubrir que este tipo de bilingües se apoyan más en la identidad de su interlocutor como una pista para saber el idioma que van a utilizar”, indica Molnar.
“Todavía no sabemos exactamente cómo el nivel de competencia en el segundo idioma y la edad a la que se empezó a aprenderlo se relacionan con nuestros hallazgos, pues tampoco conocemos cuál de estos dos factores es más importante”, añade.
La relevancia que este proceso tiene para la activación del lenguaje implica que la identificación de los interlocutores en los bilingües presenta algunas características propias.
“Cuando una persona monolingüe mira a un interlocutor activa información como su nombre o el momento en el que lo vio por última vez, pero cuando lo hace un bilingüe, también recuerda el lenguaje que esa persona puede hablar”, resalta Molnar.
Ello implica que existen diferencias en la forma en la que ambos grupos procesan la identidad de su interlocutor.
“Es posible por ejemplo que las caras queden más incorporadas en el sistema lingüístico de los bilingües”, señala la experta.
“Estos prestan mayor atención a la persona con la que van a hablar debido a que necesitan esta información como un indicador que les permita iniciar sus mecanismos de procesamiento del lenguaje”, concluye.
Fuente: Noticias de la Ciencia