Se trata de un trabajo de microbiología destinado a comprobar la capacidad de supervivencia de microbios a largo plazo.
La vida del investigador puede llegar a ser muy dura.
A menudo, un único trabajo científico requiere meses, incluso años de enormes esfuerzos de recopilación, comparación y análisis de datos, antes de poder llegar a una conclusión fiable.
Pero incluso el experimento más largo y trabajoso que podamos imaginar se quedaría en nada si lo comparamos con el que han planteado (y empezado) un equipo internacional de investigadores de Escocia, Alemania y Estados Unidos.
Un experimento que durará la friolera de 500 años y que se ha convertido, por derecho propio, en el más largo jamás emprendido por la Ciencia.
El trabajo, que comenzó en 2014 y que no se dará por terminado hasta el 2514, trata de responder a una única cuestión: descubrir cuánto tiempo puede sobrevivir una comunidad de microbios completamente aislada.
Ahora, y a pesar de que apenas se ha cumplido una pequeña fracción del tiempo previsto, los investigadores acaban de publicar en la revista PLOS ONE sus primeros (y preliminares) resultados.
“¿Cuál es exactamente la tasa de pérdida de viabilidad de los microbios cuando están inactivos?”, se preguntan los investigadores en su artículo.
“¿Qué función matemática describe su tasa de muerte durante largos periodos de tiempo?
¿Mueren algunos rápidamente, dejando un núcleo de población resistente y capaz de sobrevivir durante periodos mucho más largos?”
Para responder a estas importantes cuestiones, los científicos sellaron en cientos de viales de vidrio una gran cantidad de esporas de Bacillus subtilis, conocidas por su capacidad para tolerar ambientes extremos manteniéndose en estado latente.
Y a partir de ahí comenzó una larga espera que no se dará por terminada hasta dentro de medio milenio.
Algo que, según los investigadores, resulta necesario porque las expectativas de vida de estos microbios “superan con creces a las del ser humano”.
Ya en 2014, cuando comenzó el experimento, los científicos anunciaron que “será el experimento científico planificado más largo que se haya creado nunca, diseñado para investigar la supervivencia de microbios y biomoléculas en escalas de tiempo de siglos, lo que llevará nuestro conocimiento mucho más allá del que existe hoy en día”.
Para tener algo que hacer además de esperar, está previsto que, durante los primeros 24 años, se abran cada dos años un conjunto de viales para comprobar el estado de las esporas.
Pasados esos primeros 24 años, estas revisiones periódicas se irán espaciando más en el tiempo y solo se llevarán a cabo una vez cada 25 años, y así hasta llegar al 2514.
Será entonces cuando, si es que aún hay alguien ahí que pueda hacerlo, se puedan comprobar los resultados completos.
Los resultados de las primeras revisiones muestran, por ahora, que las esporas se encuentran perfectamente bien, y da la sensación de que no les importará en absoluto esperar el tiempo que sea necesario.
“Después de los dos primeros años de los 500 que durará el almacenamiento, escriben los investigadores en PLOS ONE, no hubo una pérdida significativa en la viabilidad de las esporas”.
Aunque, señalan, es aún demasiado pronto para conocer la trayectoria a largo plazo de la capacidad de supervivencia de estas auténticas campeonas de la resistencia.
“Si bien no hay diferencias significativas en la capacidad de supervivencia, prosigue el artículo, las mínimas diferencias apreciadas hoy pueden llegar a ser grandes diferencias a medida que avance el estudio”.
Los investigadores son, por supuesto, plenamente conscientes de que no podrán ver el final del trabajo que han empezado.
Y esperan que las próximas generaciones de científicos, que serán quienes recojan la antorcha en el futuro, cumplan con la rigurosidad de los métodos planteados y, sobre todo, que acepten el desafío de garantizar que todo el experimento (y no solo las esporas) sobreviva el tiempo necesario.
“En cada lapso temporal de 25 años, reza el artículo, los investigadores deberán copiar las instrucciones para garantizar la longevidad y mantener esas instrucciones actualizadas con respecto al desarrollo tecnológico y lingüístico de cada época”.
Y para garantizar que los datos no se pierdan a lo largo del tiempo, cosa que sucedería si se grabaran en computadores o soportes magnéticos, plantean una exigencia concreta a las generaciones de investigadores que deberán continuar con el trabajo en el futuro:
“Debido a que la preservación de los datos es de suma importancia, se deberá utilizar siempre papel y tinta con calidad de archivo”.
Una medida, desde luego, inteligente…
Fuente: ABC