Según un estudio, hay plantas que preparan sus defensas químicas cuando perciben las vibraciones que hacen los insectos al masticar. Esto podría ser una alternativa a los insecticidas.
Por eso de que no suelen moverse del sitio, las plantas parecen jugar en la segunda división de la naturaleza. Pero el hecho de que puedan reaccionar ante los cambios de temperaturas, el viento o el tacto, que puedan avisar a sus vecinas del peligro, que tengan una amplia batería de armas químicas y una vasta colección de espinas y corazas, hace pensarse si esta clasificación es acertada. De hecho, solo les falta oír…
¿Les falta? Según un estudio publicado en «Oecology» y realizado por biólogos de la universidad de Missouri, hay plantas capaces de preparar sus defensas ante el ruido que hacen los depredadores al masticar sus hojas. Y no necesitan tener oídos.
Los investigadores consiguieron imitar el sonido que hacen las orugas al masticar las hojas, y comprobaron que las plantas comenzaban a producir altas concentraciones de insecticida. De hecho, cuanto más fuerte eran las vibraciones, más defensas producían las plantas, hasta convertir las «deliciosas» hojas de mostaza en un banquete tóxico e indigesto para los insectos.
Este fenómeno, al que han llamado «imprimación», recuerda al funcionamiento del sistema inmune, puesto que después de una primera agresión, la planta se prepara para responder a otras en el futuro. Además, la reacción es generalizada en toda la planta y puede afectar a plantas vecinas que también «escuchan» los mordiscos de las orugas.
Si se confirma en otras plantas y en otras condiciones que los sonidos pueden fortalecer a las plantas frente a las plagas, este hallazgo podría ser una alternativa barata e inocua frente a los insecticidas en los cultivos.
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Los investigadores probaron con otros sonidos de insectos y con el ruido del viento. Pero solo el inconfundible «crunch-crunch» de una oruga comiéndose una hoja ponía en alerta a las plantas.
«Hay un largo historial de personas interesadas en saber si las plantas pueden oír, y normalmente eso implicó sonidos que son muy destacados para nosotros, música o tonos de sonido puro, para ver si las plantas reaccionarían», explicó el otro autor del estudio, el biólogo Reginald Corcroft.
Pero aunque algunos juren que la música clásica es estupenda para el crecimiento de las tomateras, las evidencias científicas en este sentido no son claras. Los expertos creen que la música es demasiado compleja y variada como para ser controlada en un estudio.
«Ninguno de los sonidos usados hasta ahora era de una cosa ecológicamente relevante para el medio ambiente de la planta», ha explicado Apple. Es decir, que si a una planta no le sirve de nada escuchar los delicados acordes de un violín, no reaccionará ante ellos.
Dado que las plantas no tienen oído, los investigadores sospechan que hay proteínas en las membranas de las células que pueden responder a los cambios de presión que provocan las orugas y otros insectos al masticar.
Fuente: ABC