Reprogramar el corazón sirve para eliminar o, al menos, minimizar las cicatrices debilitantes que quedan después de que se sufra un infarto.
Un equipo internacional de científicos acaba de lograr reprogramar el corazón en ratones que han sufrido un infarto.
Lo han hecho convirtiendo células cardíacas ya desarrolladas de nuevo en células madre, de modo que puedan regenerarse, minimizando las secuelas características de este tipo de accidentes.
Los resultados han sido muy positivos.
Sin embargo, según explican en el estudio, deben tomarse con cautela.
Por un lado, porque aún no se sabe si podrá extrapolarse a humanos.
Y, por otro, porque si no se hace correctamente, en vez de convertirse en solución, podría empeorar aún más el pronóstico de los pacientes.
Un infarto se da cuando algún órgano se necrosa, al dejar de recibir un aporte adecuado de sangre.
Puede darse en múltiples órganos y por diferentes motivos, aunque los más conocidos son el cardíaco y el cerebral.
En cualquiera de ellos, puede ser fatal.
Por ejemplo, si nos centramos en el corazón, por ser este el que se intenta tratar en este estudio, podría dejar de latir totalmente, con todo lo que eso conlleva.
Otras veces, no se ve afectado todo el órgano, sino que se restringe el aporte sanguíneo a zonas concretas y, por lo tanto, es solo una parte del músculo cardíaco la que deja de latir.
Esto no siempre es mortal.
Sin embargo, como resultado quedan ciertas cicatrices, que sí que resultan debilitantes.
Y son precisamente estas cicatrices las que intentan prevenir los autores de este estudio al reprogramar el corazón.
Básicamente, el objetivo es que las células del músculo cardíaco, llamadas cardiomiocitos, se regeneren.
Casi como si el infarto nunca hubiese ocurrido.
Los fetos son una fuente de células madre, pues contienen aún células con la capacidad de dividirse y proliferar, dando lugar a células progenitoras, que pueden diferenciarse en células especializadas.
Por eso, cuando un feto sufre daño cardíaco en el útero materno el corazón puede repararse.
Pero no nos pasa lo mismo cuando somos adultos, ya que los cardiomiocitos ya están especializados y no pueden proliferar y dar lugar a células nuevas sin dañar.
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Sin embargo, en los últimos años se ha estado intentando buscar una solución, gracias al hallazgo de un científico llamado Shinya Yamanaka.
En 2006, este investigador japonés desarrolló las células iPS, unas células madre pluripotentes (capaces de desarrollar casi cualquier tejido), obtenidas artificialmente a partir de células que no lo son.
Es decir, él y su equipo lograron ir hacia atrás, haciendo que esas células que ya se han desarrollado vuelvan a ser como las de un feto.
Lo hizo gracias a cuatro genes que codifican la síntesis de cuatro factores de transcripción, bautizados precisamente como factores de Yamanaka.
Estos genes son transportados por retrovirus; que, por su capacidad para insertarse en el genoma, resultan útiles para introducir genes de interés en células concretas.
Una vez que se insertan en el lugar adecuado, se produce ese paso atrás.
Sabiendo esto, los autores del estudio que se acaba de publicar pensaron que quizás se podría reprogramar el corazón de pacientes infartados, para que los cardiomiocitos se regeneren y proliferen hasta convertirse en nuevas células especializadas sanas.
Probaron a hacerlo en ratones, replicando el procedimiento habitual, con los factores de Yamanaka.
Pero, además, añadieron un interruptor, consistente en el antibiótico doxiciclina.
Es decir, la reprogramación solo se producía si este fármaco se le administraba a los roedores.
Los resultados fueron muy positivos. Sin embargo, también detectaron algunos problemas, a los que se debe prestar especial atención.
Estos investigadores comprobaron que para reprogramar el corazón de los ratones disponían de una ventana de tiempo muy reducida.
Si la doxiciclina se administraba inmediatamente después del infarto, se producía la regeneración del corazón, así como una clara mejoría de la función cardíaca.
No obstante, si se hacía solo seis días después, no pasaba nada.
Además, comprobaron que si el antibiótico se administraba durante mucho tiempo la proliferación celular se descontrolaba, dando lugar a tumores.
Se podría decir que, en ese caso, sería peor el remedio que la enfermedad.
Por eso, esperan poder investigar el procedimiento mucho más a fondo antes de intentar replicarlo en humanos.
Es importante saber si sería igual de útil y, sobre todo, si se pueden maximizar los beneficios, logrando regenerar el corazón, pero minimizando la posibilidad de que se desarrollen tumores.
Sin duda, Yamanaka fue un claro merecedor del Premio Nobel que obtuvo en 2012.
Fuente: Science
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