Las oficinas de patentes de EE.UU., Reino Unido y la Unión Europea, además de la Oficina Mundial de la Propiedad Intelectual, han recibido dos solicitudes de patentes muy especiales.
Especiales, aunque no por su temática, precisamente: la primera se refiere a recipientes para alimentos que pueden acoplarse entre sí usando huecos y salientes con formas de fractales, y la segunda es de una lámpara diseñada para parpadear a un determinado ritmo, imitando patrones de actividad neuronal.
¿Qué tienen, entonces, de especial?
Que no hay ningún inventor humano detrás de ambas solicitudes: ambos productos fueron diseñados por una inteligencia artificial.
Y un equipo de juristas ha solicitado formalmente a los tres organismos de patentes que reconozcan como inventor a una máquina llamada ‘Dabus’ (las siglas en inglés de ( “Dispositivo para el arranque autónomo del sentimiento unificado”).
Sin embargo, eso puede resultar un problema: tanto la Ley de Patentes británica como la Convención Europea de Patentes definen al inventor únicamente como una “persona física”, y las normativa estadounidense vincula “inventor” con el concepto de “individuo”.
De hecho, la Oficina Europea de Patentes publicó el pasado mes de febrero un informe en el que afirmaba explícitamente que el actual marco legal era “el adecuado” para hacer frente a invenciones relacionadas con la labor de inteligencias artificiales porque las máquinas, con independencia de su nivel de inteligencia, debían ser consideradas “herramientas”.
El autor del informe, el profesor Noam Shemtov, de la Universidad Queen Mary, va más allá y declara que no cree que vayan a ser necesarios cambios en la normativa “al menos en medio siglo”.
“Sólo en el caso de que entremos en una etapa en que las IAs posean conocimientos extensos y capacidades de computación cognitiva, nos veremos obligados a reconsiderar nuestra relación con la tecnología”.
Una portavoz de la Oficina Europea de Patentes explicó a la BBC que un cambio en esta política sería un asunto complejo.
“Existe un consenso global de que un inventor sólo puede ser una persona que hace una contribución a la invención concibiendo mentalmente una idea o plan”.
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Dicho esto, en el momento en que se escribe esto sólo se sabe que ambas patentes han superado “sin objeciones” la fase inicial del proceso en la oficina británica.
En todo caso, Dabus sí tiene detrás un inventor humano: el Dr. Stephen Thaler, un experto en inteligencia artificial de Missouri que durante dos meses entrenó a su IA con miles de piezas abstractas e información con el objetivo de producir conceptos cada vez más complejos.
Según Thaler, es irrelevante lo que pensemos de las ideas concretas cuya patente que se solicitan ahora:
“Lo sorprendente es que una máquina ha sido capaz de inventar en dos áreas muy diferentes, ninguna de las cuales entraban dentro del campo de trabajo de su programador”.
“Si se hubiera impartido una formación similar a un estudiante humano, el estudiante, en lugar del entrenador, cumpliría los criterios de inventor”, escribieron los investigadores en su sitio web.
En el caso de DABUS, la “máquina en lugar de una persona identificó la novedad y la prominencia de la presente invención”. Los inventores no deberían limitarse a “personas físicas”, según los investigadores, y cualquier máquina que cumpla con los criterios de inventor “si era una persona física también debería calificar como inventor “, argumentan.
Las máquinas deberían ser reconocidas como los inventores de sus creaciones, pero no deberían poseer patentes, argumentan los investigadores.
En cambio, los propietarios de la máquina deben obtener los derechos de la patente.
Las máquinas no deberían tener patentes, argumentan los investigadores, porque “no tienen personalidad jurídica ni derechos independientes, y no pueden poseer propiedades”, escribió el equipo.
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