La misión Parker se acercará a seis millones de kilómetros del Sol con dos objetivos: averiguar qué pasa en la corona del astro y por qué se producen los vientos solares.
El conocimiento humano sobre el universo aún es limitado. Con cada nueva misión de las agencias espaciales nos encontramos más cerca de conocer una gota más del inmenso mar que es el cosmos.
Pero hasta el momento no nos hemos atrevido a acercarnos a la estrella que tenemos más cerca, el Sol, porque sus altas temperaturas derretirían la nave. Pero eso ya no parece un impedimento.
El lanzamiento de la sonda solar Parker de la NASA, que se acercará hasta los 6 millones de kilómetros del astro, será desde Cabo Cañaveral este 11 de agosto.
Pero ¿cuál es su misión? ¿Y por qué no morirá en el intento de acercarse al Sol?
Un eclipse solar total trajo en 1869 un descubrimiento y, a la vez, un misterio por resolver.
Ese día se pudo ver por primera vez un halo de color verde mientras la Luna cubría al astro rey.
No coincidía con ningún elemento químico, así que decidieron bautizarlo como coronium porque se encontraba en la corona del Sol, es decir, su atmósfera.
Sin embargo, el coronium no se encuentra en la tabla periódica que se enseña en los colegios en la actualidad. ¿A qué se debe esto?
Pues a que, por desgracia, los científicos se equivocaron y ese halo de color verde pertenecía a un elemento que conocemos bastante bien: el hierro.
Esto se descubrió 70 años después de aquel eclipse.
El color verdoso se debía, además, a las altas temperaturas a las que se encontraba el hierro en esa zona tan cercana al astro: unas 200 veces más caliente que en la propia superficie de la estrella, ya que provocaba que el hierro se ionizara unas 13 veces y para ese alto nivel de ionización se requerían temperaturas de hasta 1,9 millones de grados. Pero ¿esto es posible?
Por lo visto sí lo es, pero es uno de los objetivos de la misión: por qué sucede.
Por qué la corona está a temperaturas más altas que la propia superficie solar, que está a 5.505 grados.
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Pero no será su único objetivo. La otra parte será estudiar las partículas que se desprenden con el viento solar.
Para poder adentrarse en la corona del centro de nuestro sistema solar será necesario un escudo que proteja tanto la sonda por fuera como por dentro.
Para ello, la nave irá protegida con un escudo térmico de carbono de doce centímetros de grosor que podrá alcanzar hasta los 1.400 grados.
Por dentro, la sonda también estará equipada con un sistema de refrigeración que mantendrá los instrumentos electrónicos a una temperatura óptima, alrededor de los 30 grados.
Cuatro serán los instrumentos de esta nave y se dedicarán a estudiar electrones, núcleos atómicos cargados, protones y átomos de helio de la corona solar, pero también los campos magnéticos que se producen en el Sol.
De esta forma, se tratará de encontrar el origen del viento solar y, de este modo, llegar a predecir las tormentas solares que puedan resultar peligrosas para la Tierra.
El costo de este satélite es de 1.200 millones de euros, se acercará hasta 6 millones de kilómetros (la Tierra está a 150 millones de kilómetros) y dará 25 vueltas alrededor del Sol.
El fin de la misión está previsto para 2025, momento en el que se quedará sin combustible y, a pesar de que el escudo protector siempre estará de cara al Sol, se quemara porque ya no se podrá controlar hacia dónde mira.
Pero será sin producir llamas, ya que no habrá oxígeno en la zona.
La primera persona viva que dará nombre a una sonda de la NASA será para esta misión y será el del astrofísico Eugene Parker, quien en 1958 habló por primera vez de los vientos solares.
Tan solo un año después, la sonda soviética Luna 1 detectó partículas de viento solar en el espacio y, después de tres años, se produjo la confirmación por parte de la NASA: el satélite Mariner 2 también las había observado.
Fuente: Hipertextual
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