El Observatorio Europeo del Sur (ESO) ha publicado las imágenes que se han obtenido con un nuevo instrumento para el VLT (Very Large Telescope) y han resultado ser igual o más nítidas que las obtenidas por telescopios en el espacio exterior.
Telescopios como el mismísimo Hubble, toda una autoridad en lo referente a la observación del cosmos y sus elementos (y lo sigue siendo aunque su jubilación esté ya visible en el horizonte).
El truco que ha llevado a casi eliminar la ventaja que conlleva estar ya en el espacio (en cuanto a la obtención de imágenes) está en la técnica que usa esta actualización del VLT, una unidad que permite “limpiar” mejor las imágenes de algo que puede ser la mejor nuestra mejor protección y al mismo tiempo una enemiga fotográfica: la atmósfera.
Hay ventajas el poder eliminar el brillo que tienen ciertos cuerpos celestes por la emisión de luz.
Un brillo que puede jugar malas pasadas en lo referente a la observación y que en el caso de la primera fotografía clara de un planeta en formación se eliminó con un coronógrafo, un instrumento para este propósito.
Pero en este caso se trata de eliminar el efecto que crea nuestra propia atmósfera cuando se trata de observar algo más allá.
A lo que se enfrentan los observatorios en tierra firme, por muy altos que estén, es a que las turbulencias provocadas por la atmósfera terrestre (lo que también se conoce como visibilidad astronómica o seeing) ocasionen imágenes borrosas del universo, lo cual de hecho es lo mismo que provoca que las estrellas titilen cuando las vemos a ojo desnudo.
Así, lo que han usado en esta ocasión es un nuevo modo de óptica adaptativa llamado tomografía láser, el cual permite que se obtengan imágenes más nítidas al eliminar la distorsión que la atmósfera causa cuando se observan estrellas a mucha distancia, como explican desde el ESO, llegando al límite teórico de agudeza en imágenes según Phys.org.
En concreto se ha usado con el modo de campo estrecho del MUSE (Multi Unit Spectroscopic Explorer, explorador espectroscópico multiunidad) y el GALACSI, una unidad de óptica adaptativa, logrando corregir estas turbulencias a distintas altitudes.
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Éstas excitan los átomos de sodio de las capas altas de la atmósfera creando “estrellas” artificiales, las cuales actúan como guía para el sistema de óptica adaptativa para que éste determine la turbulencia que causa la atmósfera y poder así calcular las correcciones a una tasa de 1.000 veces por segundo, de modo que el espejo del UT-4 modifica su forma para compensar las deformaciones que provoca la atmósfera corrigiendo la luz distorsionada.
Esto es posible en el modo estrecho del MUSE, con lo cual se produce en una región más pequeña del cielo que la que se ve con el modo amplio.
Eso sí, con el modo amplio sólo pueden corregirse la turbulencia atmosférica hasta un kilómetro por encima del telescopio, y no la totalidad como logra la tomografía láser.
De este modo, las ópticas adaptativas logran que los telescopios en base terrestre puedan dar imágenes de una nitidez y claridad sin que la atmósfera predetermine artefactos o una mejor calidad, mirando de tú a tú a las obtenidas por grandes observatorios en el espacio como hemos visto con las del Hubble.
Y la idea es que los astrónomos puedan estudiar mejor y con más detalle fenómenos alejados, tales como agujeros negros supermasivos, cúmulos globulares, supernovas, planetas o elementos de nuestro propio sistema solar.
Además del MUSE, también la cámara infrarroja HAWK-I recurre a un sistema de óptica adaptativa (el GRAAL) y también se integrará en el Extremely Large Telescope del ESO.
Así que a la espera de que éste esté en marcha y de ver cuándo por fin estará activo el James Webb, el sustituto del Hubble (si nada más lo impide), veremos qué más imágenes nos regalan los telescopios terrestres ahora que ganan ventaja en lo referente a la observación.
Fuente: Xataca
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