La percepción del tiempo es una dimensión fundamental en nuestra experiencia humana, que influye en nuestras actividades cotidianas y en cómo entendemos el mundo que nos rodea.
Sorprendentemente, nuestro corazón juega un papel crucial en la forma en que percibimos el tiempo.
Un equipo de científicos liderado por la Universidad de Cornell realizó un estudio que demostró que el corazón es uno de los principales cronometradores del cerebro y tiene una función fundamental en nuestra percepción del tiempo.
El profesor de psicología de la Universidad de Cornell y autor principal del estudio, Adam K. Anderson, explicó que los latidos del corazón marcan el ritmo de nuestra percepción del tiempo.
Según él, la experiencia del tiempo fluctúa y se sincroniza con la duración de un latido del corazón.
Esta idea, que se remonta a la antigüedad, muestra que nuestra percepción momentánea del tiempo no es continua, sino que se estira o se encoge con los latidos del corazón.
Realizaron un experimento que conectó a 45 voluntarios de entre 18 y 21 años (sin antecedentes de enfermedad cardíaca), en máquinas de electrocardiograma (ECG) diseñadas para medir cada latido del corazón, y el espacio entre ellos, hasta el nivel de milisegundos.
También vincularon la máquina de ECG a un computador programado para reproducir un tono en cada latido del corazón que duraban entre 80 y 180 milisegundos, pidiendo a los participantes que detectasen si algunos tonos eran más largos que otros.
(Recordemos que los latidos del corazón varían de persona a persona; hay algunos con pulsos muy constantes y otros no tanto, pero la diferencia es muy pequeña).
Así fue. Cuando el latido del corazón que precedía a un tono era más corto, los participantes informaron que el tono era más largo, y cuando el latido del corazón era más largo, experimentaban la misma duración del sonido que corta; es decir, cuando el latido del corazón que precedía a un tono era más corto, el tono se veía más largo; cuando el latido del corazón era más largo, la duración del sonido parecía más corta.
Además, cuando los sujetos se centraban los sonidos, su cerebro también afectaba al corazón cambiando su ritmo cardíaco, lo que a su vez afectaba su experiencia temporal.
Los investigadores llamaron a estas variaciones en la percepción “arrugas temporales”.
“El latido del corazón es un ritmo que nuestro cerebro está usando para darnos una idea del paso del tiempo.
Y eso no es lineal: se contrae y se expande constantemente”, aclaró Anderson.
“Incluso en estos intervalos de momento a momento, nuestro sentido del tiempo fluctúa.
Una influencia pura del corazón, de latido a latido, ayuda a crear un sentido del tiempo”.
Así las cosas, la investigación evidencia que en intervalos demasiado breves para pensamientos o sentimientos conscientes, el corazón regula nuestra experiencia del presente.
Fuente: Wiley