En realidad, esta nueva persona curada de VIH necesita algo más de tiempo para considerarlo definitivo.
Aun así, todo apunta a que lo está. Entonces, ¿por qué no se somete a todos los pacientes al mismo tratamiento?
En 2007, el nombre de un hombre alemán dio la vuelta al mundo.
Timothy Brown, conocido desde entonces como el paciente de Berlín, se había convertido en la primera persona curada del VIH.
Su remisión de la enfermedad llegó por casualidad, al someterse a un tratamiento contra la leucemia que también padecía.
Un tratamiento tan eficaz que, desde entonces, se han ido sumando nombres a la lista de pacientes curados.
Eso sí, es importante destacar que para que se puedan considerar curados debe pasar un tiempo prudencial sin que haya rastro de reservorio viral en su organismo.
Y ese es el caso de Paul Edmonds, un hombre de 68 años que está a punto de pasar a formar parte de esta escueta pero esperanzadora lista.
El caso de Edmonds, así como el del resto de pacientes que se consideran curados, es similar al de Brown.
También sufría leucemia y recibió un tratamiento que atacó a las dos enfermedades simultáneamente.
La única diferencia es que, en su caso, no ocurrió por casualidad.
Actualmente se acaban de cumplir 5 años del tratamiento.
Desde entonces, en su organismo no hay rastro del virus de VIH. Tampoco de la leucemia.
Por eso, sus médicos han publicado una carta en la que cuentan su caso, detallando que, si bien está en clara remisión de ambas patologías, aún hace falta un poco más de tiempo para que, por consenso, se considere una persona curada del VIH.
Cuando hablamos de una persona curada del VIH hacemos referencia a alguien que ya no tiene en su organismo a dicho virus.
En realidad, Edmonds, así como el resto de pacientes en su situación, llevaba mucho tiempo curado del SIDA.
El SIDA hace referencia al síndrome de inmunodeficiencia adquirida resultante de la infección por el VIH, que es el virus de la inmunodeficiencia humana.
En el pasado, la detección de este virus era prácticamente una sentencia de muerte. Y es que el mecanismo de acción del VIH es devastador.
Como cualquier otro virus, es incapaz de reproducirse por sí mismo.
Necesita infectar a un hospedador, en este caso humanos, y secuestrar la maquinaria que utilizan sus células para reproducirse.
El VIH elige para ello a los linfocitos CD4, unas células del sistema inmunitario que resultan esenciales en la lucha contra las infecciones, ya que se encargan de coordinar al resto de agentes defensivos.
Por eso, cuando el VIH penetra en estas células y las utiliza para reproducirse, también las vuelve prácticamente inservibles.
Eso provoca que el paciente no pueda luchar normalmente contra las infecciones, de manera que el más simple resfriado puede ser gravísimo. Esto es lo que se conoce como SIDA.
Afortunadamente, hace años que existen tratamientos antirretrovirales que mantienen al VIH a raya.
No eliminan al patógeno, por lo que deben tomarse durante toda la vida.
No obstante, sí que evitan que se produzca esa inmunodeficiencia tan peligrosa. En definitiva, ya no hay SIDA, pero sigue habiendo VIH.
Cuando el VIH penetra en las células inmunitarias, utiliza su maquinaria de replicación y empieza a sacar copias de sí mismo.
A su vez, la mayoría de estos nuevos virus siguen sacando copias.
Sin embargo, algunos dejan de reproducirse y se quedan en un estado de letargo temporal.
Los fármacos antirretrovirales actúan atacando a los virus que se están reproduciendo, pues precisamente inhiben su replicación.
El problema es que a esos virus que se encuentran adormecidos, conocidos como reservorio viral, no les hacen nada.
Por eso, si el tratamiento dejase de tomarse, el reservorio viral se reactivaría, empezaría a dividirse y podrían regresar los síntomas del SIDA.
Los pacientes que se han sometido a tratamientos contra esta enfermedad, en algunas ocasiones han dejado los antirretrovirales, creyendo que estaban curados, pero con el tiempo han vuelto a enfermar.
Por eso, para que una persona se considere curada del VIH debe pasar un tiempo prudencial.
No hay una fórmula exacta que determine cuánto debe ser ese tiempo, por lo que se decide por consenso de la comunidad científica.
En el caso de Edmonds, sus médicos han decidido dejar que pasen dos años más para darle el deseado título.
Pero lo cierto es que, a día de hoy, cinco años después de su tratamiento, y ya sin tomar antirretrovirales, no hay ni rastro del VIH en su sangre.
Sería muy raro que quede algún virus adormecido entre sus células. Pero, por si acaso, es mejor esperar un poco más.
El tratamiento al que se sometieron Edmonds, Brown y el resto de pacientes con leucemia es un trasplante de médula ósea típico, pero con una peculiaridad.
En el caso de Brown, se buscó simplemente un donante compatible, como viene siendo habitual.
Lo que no sabían es que el donante en cuestión tenía la mutación CCR5.
Solemos asociar la palabra mutación con algo malo, pero esto no es siempre así.
Un error en la secuencia esperada del ADN puede derivar en algo malo, algo neutro o algo bueno, y en este caso es algo muy bueno.
Se calcula que aproximadamente entre un 1% y un 2% de la población tiene la mutación CCR5, que confiere resistencia al VIH.
Antes de hacer un trasplante de médula se destruyen las células de la médula del paciente enfermo, para sustituirlas con las del donante.
Por lo tanto, sin darse cuenta, lo que hicieron fue darle a Brown la capacidad de bloquear la entrada del VIH.
Si el reservorio viral se reactivaba, ya no podría infectar a más células.
Lamentablemente, Timothy Brown murió en 2020, por una recaída en su leucemia.
Sin embargo, el VIH nunca volvió, como se espera que tampoco lo haga en el caso de Edmonds y de los otros pocos pacientes en su misma situación.
¿Significa esto que estamos ante la cura del VIH? Es demasiado pronto para afirmar algo así.
De momento, este tratamiento solo se ha hecho a pacientes que también tienen leucemia, pues se considera que el balance beneficio/riesgo del tratamiento, en el que se deben destruir las células de su médula, es dudoso para quienes no necesiten esta intervención por una segunda enfermedad.
Aun así, gracias a estas curaciones se está conociendo mucho mejor la enfermedad, por lo que no sería raro que en el futuro haya un tratamiento alternativo.
Fuente: NEJM
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