Vinculan la contaminación del aire con el cáncer de cabeza y cuello

Vinculan la contaminación del aire con el cáncer de cabeza y cuello

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Un nuevo estudio relaciona la contaminación del aire con tasas más altas de cáncer de cabeza y cuello.

Investigadores de la Universidad Estatal Wayne, de la Universidad Johns Hopkins University y del Mass General Brigham han publicado un artículo que relaciona una mayor incidencia del cáncer de cabeza y cuello con niveles altos de partículas contaminantes en la atmósfera.

Los cánceres conocidos como cánceres de cabeza y cuello suelen originarse en las células escamosas que recubren las superficies mucosas de estas áreas anatómicas, como el interior de la boca, la garganta y la laringe.

A este tipo de cáncer se le llama carcinoma de células escamosas de cabeza y cuello.

También pueden surgir en las glándulas salivales, los senos o los músculos o los nervios de la cabeza y el cuello, aunque estos casos son mucho menos comunes que los carcinomas de células escamosas.

Estos cánceres, que suponen el 4% de los tumores malignos, se presentan con una frecuencia dos veces mayor en hombres que en mujeres y suelen tener como aliados una variada lista de factores de riesgo.

Entre ellos, el consumo de tabaco, u alcohol, el virus del papiloma humano (VPH), la infección por el virus de Epstein-Barr (EBV), los malos hábitos de higiene oral y la exposición a ciertas sustancias químicas, como el polvo de madera y el amianto.

Ahora se suma un nuevo aliado: la polución ambiental.

«Ya se habían realizado investigaciones sobre la contaminación atmosférica, pero los efectos se relacionaban sobre todo con cánceres del aparato respiratorio inferior, explica John Cramer, profesor de Otorrinolaringología de la Wayne State University School of Medicine.

Y añade:

«Su vínculo con el cáncer de cabeza y cuello es más difícil de demostrar, y, además, tiene una incidencia mucho menor que los cánceres de pulmón, pero, como también se produce como resultado del tabaquismo, de forma similar a estos últimos, queríamos explorar cualquier conexión».

En palabras de Cramer, «La relación con el cáncer de cabeza y cuello viene presumiblemente de lo que respiramos con este material [el tabaco] y que afecta al revestimiento de la cabeza y el cuello.

Vemos muchos casos en los que los carcinógenos entran en contacto o se acumulan en el cuerpo, y pueden producirse cánceres».

«Aunque se han realizado numerosas investigaciones sobre los efectos de los contaminantes atmosféricos en las enfermedades pulmonares, pocos estudios se han centrado en la exposición a la contaminación atmosférica como factor de riesgo de las vías respiratorias superiores, incluido el desarrollo del cáncer de cabeza y cuello», dice la autora principal del trabajo, la doctora Stella Lee, del Centro de Cirugía y Salud Pública y de la División de Otorrinolaringología-Cirugía de Cabeza y Cuello del Brigham and Women’s Hospital.

Para Lee, «estos hallazgos arrojan luz sobre el importante papel de la contaminación ambiental en los cánceres del tracto aerodigestivo superior, y señalan a la necesidad de llevar a cabo mayores esfuerzos de concienciación, investigación y mitigación».

Los científicos centraron su investigación en las llamada materia particulada 2.5 o PM 2.5, que son partículas sólidas o líquidas que flotan en la atmósfera y cuyo diámetro es de menos de 2.5 micras.

Específicamente, las PM 2.5 pueden originarse de diversos tipos de combustión, como la de automóviles, camiones, fábricas, quema de madera, prácticas agrícolas y otras actividades.

Para investigar el posible vínculo de la contaminación del aire en forma de PM 2.5 con el cáncer de cabeza y cuello, Cramer y sus colegas echaron mano de la base de datos nacional estadounidense sobre cáncer Surveillance Epidemiology and End Results (SEER) entre los años 2002 y 2012.

Cramer observó la mayor asociación entre la exposición a este tipo de materia particulada y el cáncer de cabeza y cuello tras un periodo de cinco años.

«Estamos analizando un determinado tamaño de partículas de contaminación atmosférica, explica Cramer.

Y añade:

El tamaño de las partículas es relevante, porque el modelo clásico para estudiar las vías respiratorias superiores es que la nariz y la garganta actúan como filtros antes de que el aire llegue a los pulmones.

Las partículas más grandes se filtran, pero estamos conceptualizando que distintos tipos de contaminación golpean distintas partes de las vías respiratorias».

Cramer espera ampliar su investigación teniendo en cuenta otros conjuntos de datos.

Confía en que, al mostrar esta investigación al público, pueda ayudar a orientar la política y a facilitar el tratamiento del cáncer de cabeza y cuello en el futuro.

Fuente: Nature

 

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