Air Yacht se presenta como un “yate aéreo” y eso es exactamente lo que es: una embarcación de lujo diseñada para su disfrute por todo lo alto.
La nave, similar a un catamarán, está conectada a dos dirigibles con helio que le permiten elevarse y volar a más de 100 kilómetros por hora.
Cuando el piloto se cansa de surcar los cielos, puede descender, posarse en el agua, y seguir la travesía.
Los diseños han salido del estudio italiano Lazzarini y buscan repensar tanto el concepto de yate como el de los dirigibles aéreos.
Su creador, Pierpaolo Lazzarini, lo ha hecho además por partida doble, con una versión inicial y otra edición retocada que ha bautizado Air Yacht V2, ambas de 2022.
El punto de partida es en ambos casos básicamente el mismo: un megayate central conectado mediante pasarelas a dos grandes dirigibles, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Cada uno está provisto de celdas en las que se almacena helio, una cubierta de paneles solares, baterías ligeras y, sobre todo, dos pares de motores capaces de rotar, impulsar la nave y facilitarle el aterrizaje.
En el centro de la nave se encaja un casco central conectado a los dirigibles a través de varias pasarelas con un diseño y disposición que varía de un modelo a otro.
Para conseguir que Air Yacht sea ligero y resistente, Lazzarini plantea fabricarlo en gran medida con fibra de carbono.
Además de la maquinaria, la nave incluye espacio para 22 personas.
Sus camarotes se reparten principalmente por los dirigibles y, al menos en el caso del V2, se incorpora una suite en el casco central.
En lo que sí se diferencian ambos modelos es en las tallas y potencias.
La primera versión tiene un ancho de 80 metros y una longitud de 150 y sus celdas tienen capacidad para almacenar 400.000 metros cúbicos (m3) de helio comprimido.
Una vez en marcha puede desplazarse a 111 kilómetros (km/h) por hora durante más de 48 horas.
En el agua alcanza los 9 km/h.
Su enorme tamaño le permite incluir en la parte superior de la cubierta una piscina y un pequeño helipuerto.
La versión V2 es algo distinta.
La eslora total de los dirigibles da un pequeño estirón hasta los 169 metros y la nave central cambia por completo, con un diseño replanteado, más estilizado y en el que las superficies acristaladas ceden terreno a la fibra de carbono.
Al igual que en la primera edición, las cubiertas de los dirigibles y el casco central están coronadas por una malla de paneles solares.
La veintena de estancias del V2 se reparten también entre ambos dirigibles.
A diferencia de lo que ocurría con el modelo anterior, los renders del casco central ya no muestran la piscina en la cubierta superior, menos amplia también.
Otra diferencia considerable con respecto a la primera versión es la velocidad.
Además de ganar eslora, el V2 refuerza su potencia en el aire: de 111 km/h pasa a 185.
La capacidad en el mar se mantiene en torno a 9 km/h.
De momento son solo una propuesta de Lazzarini, un estudio conocido por otros proyectos dignos de una película de ciencia ficción, como Wayaland, una ciudad flotante con pirámides; el coche volador Hower Coupè; el dron FD-One o el vehículo Futurò.
Pasar al menos la primera versión del papel a la realidad exigirá un desembolso considerable.
Según detallan varios medios estadounidenses, el precio de venta del Super Yatch está al alcance solo de las cuentas corrientes con un buen número de ceros: 550 millones de euros.
Fuente: Lazzarini