Ahí estamos, recorriendo las calles, escuchando algunas melodías y disfrutando de la vista, mientras nuestro automóvil autónomo circula por sí mismo a través del tráfico.
Entonces se acaba la diversión y el automóvil nos devuelve el trabajo y la responsabilidad de ponernos al volante. ¿Qué tan suave será esta transición?
Veintidós conductores intentaron responder a esta pregunta en la práctica (en una pista cerrada al público, no en una autopista).
Los resultados podrían ayudar a diseñar los futuros autos autónomos.
El equipo de Holly Russell, quien ha estado trabajando hasta recientemente en el Laboratorio de Diseño Dinámico de la Universidad de Stanford en Estados Unidos, lo forman especialistas que combinan experiencia en el diseño de automóviles autónomos, interacción entre robots y humanos, y neurociencia.
Russell y sus colegas hallaron que la mencionada transición podría ser un tanto ruda y problemática.
Los conductores que tuvieron que afrontar cambios en ciertos parámetros desde que dejaron el volante hasta que volvieron a tomarlo, como por ejemplo en la velocidad, necesitaron un período de ajuste tras ese relevo.
El problema que los conductores tuvieron a la hora de acostumbrarse a las diferentes condiciones de conducción no fue suficiente para provocar que condujesen mal en las curvas, pero incluso así ello quedaba reflejado en las mediciones de los investigadores y ya era patente solo observándoles.
Estos efectos plantean la posibilidad de que, dependiendo de las características del conductor, las condiciones de conducción y el sistema autónomo utilizado, la transición hacia un control manual pueda convertirse en un intervalo de tiempo especialmente arriesgado
Fuente: Noticias de la Ciencia